Fotografía de Rafael Magaña Perez
Onduladas praderas, variadas flores,
que salpican la vista por las dehesas
se llenan de zumbidos, dulces olores,
son blancas, amarillas, lilas, turquesas.
Y así en la primavera el espeso manto
que tapiza los suelos de Extremadura,
la inunda de colores y de hondo encanto
en cuanto se disuelve la noche obscura.
Del zigzag de la tierra se alzan al cielo
los tallos, que abigarrados allí compiten
por su alimento de luz, alzando el vuelo.
Y yo padezco un vaivén en la mirada
prados verdes, de día, llenos de puntos
y arriba tras el ocaso, noche estrellada.
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