A la hora del vermút, el sol de mediodía discurría vivaracho por la plaza del pueblo y el viento típico de la montaña traía los primeros frios otoñales. En la terraza del Flamingo , excelente vinoteca gallega, familias enteras bebían vino y reían sin parar mientras los niños correteaban, de aquí para allá, sin poder acabarse nunca ese vasito de mosto que nunca pidieron. Yo los observaba, fumando un Lucky y bebiendo Martini blanco.
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